La lucha por superar, de forma airosa, los embates del coronavirus se han convertido en una carrera de fondo en la que la velocidad ha pasado a un segundo plano y en la que llegar en la primera posición ha dejado de ser lo primordial. El simple hecho de mantenerse a salvo ya implica una victoria importante.
Y, aunque quitar el foco en la línea de meta pareciera ser más difícil que la carrera misma, para los emprendedores la realidad es otra.
Desde el primer minuto en el que decidimos trabajar por cuenta propia, nos ha tocado aprender a vivir “un día a la vez” para conservar la calma y no quedarnos a mitad de camino. Quizás te preguntes cómo es que he llegado a esta conclusión, así que déjame ponerte en contexto.
Desde que cursé la carrera de periodismo, hace más de 15 años, supe que quería vivir de la comunicación.De presentar noticias deportivas en la tele a trabajar en el departamento de marketing y comunicación de un banco, creía tener lo que necesitaba para sentirme realizada profesionalmente.
Sin embargo, la inconformidad cogió forma y comenzó a taladrarme la mente.
«¿Quieres trabajar toda tu vida para otros? ¿Por qué te conformas con ganar un salario promedio cuando puedes generar más? ¿Cómo demonios puedes emprender si en la universidad no te prepararon para eso?».
Así que, sin darle demasiadas vueltas, me aventuré a la que sería mi primera experiencia como emprendedora.
Y, como dirían en términos beisbolísticos, la saqué de jonrón.
Sin embargo, la primera lección no tardaría en llegar…
Unas son de cal y otras son de arena
En el mundo del emprendedor, las pequeñas victorias son solo eso y, ante cualquier situación, más vale tener un plan B.En mi caso, la situación de inestabilidad que vivía en Venezuela me llevó a mudarme a España y a empezar de cero, otra vez.
Al ser periodista y desconocer el sistema por completo, decidí montar un negocio de comida, porque, a mi juicio, era el único emprendimiento que podía funcionar en cualquier lugar y porque ya yo sabía lo que era emprender, así que pensé: «¿Qué podría salir mal?».
Como era de esperar, quebró.
Y es que, cuando de emprender se trata, no basta con tener las ganas y el coraje.
Tratar de abrirse paso en un mercado desconocido, sin entender sus matices y sin una estrategia detrás es, para cualquier proyecto, La crónica de una muerte anunciada, solo que sin el reconocimiento que tuvo la afamada novela de García Márquez.
E igual de soberbio y descabellado es, hoy en día, no tener un plan de contingencia.
Actualmente, hay una gran cantidad de negocios que están a punto de cerrar sus puertas porque no han sabido –o podido– surfear la ola del COVID-19.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), esta pandemia ha sumergido al mundo en un caos absoluto y dirige a Latinoamérica a la recesión más abrupta de su historia.
Entretanto, se estima que el parón de las actividades productivas, a causa del COVID-19, traiga consigo el cierre de 2,7 millones de empresas formales en Latinoamérica, afectando en mayor medida a los microempresarios.
Para Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de Cepal «el impacto de la crisis será muy diferente según el sector y el tipo de empresa […] La crisis resalta la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo. Son necesarias políticas de emergencia e implementar una estrategia para superar las debilidades estructurales de las economías y las sociedades».
Y hoy, más que nunca, surge la transformación digital como un salvavidas para paliar la crisis.
Experimentar la resiliencia en la oportunidad digital
La resiliencia es la capacidad para superar las situaciones adversas y rescatar de ella sus aspectos más positivos.
En un momento de emergencia en el que nos afectan miles de situaciones como son los cambios económicos, sanitarios y sociales, la primera decisión se basa en encontrar la fórmula que nos ayude a encauzar las aguas.
En aquella época en la que me vi con un negocio quebrado y con una deuda astronómica era lógico que el temor, la frustración y el bajón emocional me llevaran por el camino equivocado.
Así que llegó la epifanía y, con lo que gané en un par de trabajos temporales, me propuse formarme otra vez.
No obstante, en el proceso me encontré con cientos de ofertas de empleo solicitando perfiles profesionales similares al mío, con expertise en la era de internet y las nuevas tecnologías.
Y así fue como me reencontré con la comunicación, desde una perspectiva que hasta entonces no me había pasado por la mente.
La digital.
Porque para reinventarse, a veces, solo se trata de encontrar una alternativa a lo que ya sabemos hacer o la solución a un problema que ya existe, desde un ángulo en el que otros no lo hayan enfocado antes.
Tal como lo hizo Amazon, cuando el problema era tener que ir a hacer las compras en un centro comercial.
Quizás como lo hizo Google, dándole respuestas a las preguntas de la gente sin tener que enviarla a la biblioteca.
O Uber, como una opción para las personas a las que no les apetecía salir a comer, pero que tampoco tenían ganas de cocinar.
Ese enfoque fue el que me permitió extrapolar toda la experiencia que tenía en materia de marketing y comunicación a las exigencias de los negocios en la era digital.
Y así fue como comencé a trabajar con proyectos que, al igual que yo, creen que:
- Es posible impactar a las personas sin recurrir a la venta agresiva; captando, persuadiendo y convenciendo a través de las palabras; dotando de personalidad una marca y mostrando su valor diferencial.
- Sin una estrategia a nivel de empresa, de contenido y de comunicación no hay modelo de negocio que sobreviva al desastre.
- Lo primordial es entender que todo gira en torno a lo que necesita el mercado y no a lo que una empresa quiere que el mercado necesite.
Un claro ejemplo de la importancia de entender lo que quiere la audiencia es éste de Netflix en el que se muestra invitando a sus suscriptores a salir de casa, justo después de haber levantado el confinamiento en Madrid.
Y es que todo tipo de negocios tiene ahora la oportunidad de mostrar un rostro distinto
Como Engel & Völkers cuando me pidió mejorar el copy de sus campañas de reclutamiento y de sus emails para hacer más atractiva su oferta a potenciales consultores inmobiliarios.
O como aquellos proyectos o emprendimientos más pequeños que me han pedido ayudarles a cambiar los textos en su web, anuncios o páginas de venta para adaptarse a las nuevas exigencias de sus potenciales clientes.
Y es que para reinventarse, al igual que yo lo hice, todas estas empresas han entendido la importancia de reorientar su plan de acción hacia la demanda del nuevo consumidor que vive en internet.
Ya lo dice el informe Perspectivas económicas de América Latina 2020 (LEO, por sus siglas en inglés), «la transformación digital puede ayudar a hacer frente a la situación socioeconómica actual».
Por eso vemos tantos restaurantes mostrando su carta a través de un código QR para evitar el contacto.
O a consultores, auditores y formadores prestando sus servicios a través de una sala de Zoom.
Incluso a los comediantes realizando sus stand ups de forma digital.
Lo que hoy se muestra como nuevas profesiones, son, en realidad, las mismas de siempre en un envoltorio distinto.
La clave del emprendedor resiliente: el sentido común
Dejar un empleo por otro, vivir una migración, enfrentar una pandemia…
Como ves, lo único permanente es el cambio.
Sin embargo, lo importante gira en torno a discernir cuándo ha llegado el momento de tomar decisiones y actuar conforme a ellas.
Y aunque Voltaire en su día dijera que «el sentido común es el menos común de los sentidos», superar las adversidades que trae consigo el emprendimiento no es posible sin conocer la diferencia entre lo lógico, lo aceptable y lo irracional.
Por ejemplo, imagina que tienes un restaurante y que, a causa del confinamiento, solo puedes operar bajo la modalidad de delivery.
Es lógico que quieras implementar un plan de acción en los canales sociales para potenciar pedidos de comida. Es aceptable que quieras aplicar descuentos y promociones para hacer tu oferta apetecible. Pero es irracional que lo hagas en Instagram, Facebook, LinkedIn, YouTube y Google, solo porque alguien te dijo que debías estar en todas partes. Lidiar con todo el ruido que existe es tan complicado como lo es enfrentar las circunstancias complejas y sacar un aprendizaje positivo de ellas.
Sin embargo, piensa que así como el COVID no ha distinguido entre género, edad o país de procedencia, para causar estragos en todos los niveles; las nuevas oportunidades tampoco lo han hecho y están ahí para pequeños, medianos y grandes comerciantes. Gracias a las puertas que ahora ha abierto el internet, están para ti y están para mí.
Fuente: Marja Morante / entrepreneur.com